¿Por qué Bután?
Si bien he venido a trabajar al llamado Gabinete para la Felicidad de Bután, algo así como una mezcla del gabinete presidencial con una comisión para la planificación, buscando nuevas formas de ver el mundo y el denominado ‘desarrollo’ (¿de qué? ¿de quienés? ¿para quienes?); este viaje ha comenzado mucho antes. Ha comenzado en Chile, mi país.
Mi viaje ha comenzado viendo a la sociedad en qué vivimos sumida en lo que muchos académicos y literatos han denominado la sociedad del consumo, esta sociedad que te venden en la TV, en la radio y la publicidad en general: donde somos ciudadanos en tanto consumimos, en tanto emitimos un voto; donde somos más importantes en tanto tenemos más recursos; dónde nuestros jóvenes y niños perdieron la capacidad de empatía porque se asocia con la debilidad (es solo ver las cifras de delincuencia y encontrarse con que la media de edad de los perpetradores de delitos con mayores niveles de violencia tienen entre 14 y 17 años); dónde se le da más importancia al trabajo, más que el tiempo que podemos pasar junt@s; dónde la familia pasó a ser el círculo cerrado de la sociedad, fuente y motor de todo tipo de consumismo, encontrándose principalmente en torno al ‘mall’, en vez de ser un lugar de expansión y de formación de valores comunes…en fin, una sociedad donde hemos dejado lo ‘común’ más allá de la materialidad.
El problema es que nuestros gobiernos y nuestros estados no se cuestionan en tanto la formación de valores que promueven. En Chile, desde el llamado proceso de ‘modernización del estado’, post-dictadura, las políticas públicas se han ‘liberalizado’, con el argumento de dejar tanto al mercado como a la sociedad el ‘hacer’. El estado chileno y otros tantos en Latinoamérica, hemos ‘liberalizado’ las políticas sociales a través de instrumentos como por ejemplo ‘Fondos Concursbles’, ‘Subsidios’. De hecho, el estado ya no planifica ¡¿es posible que el mayor garante del llamado estado de derecho haya dejado de planificar la sociedad en un país unitario y centralizado como Chile?¡, pues claro, el libre mercado entendido como lo entiende nuestro país, no permite planificaciones de ningún tipo.
Mediciones alternativas de desarrollo: Bután, Naciones Unidas y OCDE
Sin embargo, hoy se están discutiendo otros horizontes. En febrero del 2008, Nicholas Sarkozy, presidente de Francia en ese entonces, solicitó a un grupo de renombrados economistas a nivel internacional (Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean Paul Fitoussi) que se le asesorara sobre nuevas mediciones del denominado desarrollo. La comisión denominada ‘Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social’, concluyó que si bien las estadísticas y mediciones sobre el progreso son importantes tanto para los gobiernos como para los mercados, si éstas son defectuosas, sus conclusiones pueden llevar a decisiones erróneas. En este sentido la Comisión acepta que existen diferencias importantes sobre las medidas que indican por un lado economías saludables como los índices de inflación y crecimiento, y por otro lado las percepciones que tienen los ciudadanos sobre la misma. Así, las mediciones se deberían centrar “más en la medición del bienestar de la población que en la medición de la producción económica”. Se recomienda por tanto que cualquier indicador que pretendiese medir sustentabilidad y el progreso ampliamente entendido, debería integrar: estándares de vida (ingresos, consumo y riqueza), educación, salud, las actividades personales, el trabajo, gobernanza y libertad política, conexiones sociales (o lo que algunos denominan capital social), condiciones del medio ambiente e inseguridad actual, entendida como la seguridad física y de ingresos.
Ahora bien, más allá de los argumentos metodológicos e ideológicos que podamos hallar en esta discusión, países como este pequeño reino de Bután, ha estado tratando de incorporar esta mirada y llevarla a la práctica desde hace 40 años. En el año 2008 Bután logró cuantificar y comenzar a implementar lo que en 1979 el 4to Rey de Bután acuñó como: el Producto Interno Bruto de la Felicidad (PIBF) o más bien conocido por su nombre en inglés como Gross National Happiness (GNH).
Éste indicador mide el desarrollo de las naciones en 9 dimensiones: salud, educación, bienestar sicológico, uso del tiempo, estándares de vida, ecología y resiliencia, diversidad cultural y patrimonio, vitalidad comunitaria y gobernanza. Cada una de estas dimensiones están distribuidas equitativamente en el indicador del PIBF y poseen en total 33 indicadores y 72 variables. Miden por ejemplo la cantidad de emociones negativas que hemos tenido el último mes, la posibilidad que tenemos de pedir ayuda a nuestros vecinos, amigos o familiares, la cantidad de horas que dormimos, la vida espiritual que llevamos, entre otras variables.
Este indicador, es una forma de medir el desarrollo con una mirada holística pero no la única. En el año 2012, Naciones Unidas lanzó el primer informe de desarrollo donde se medía la felicidad a nivel mundial. El informe, editado por John Helliwell, Richard Layard y Jeffrey Sachs, mide la felicidad en términos subjetivos y la satisfacción con la vida en las 9 dimensiones establecidas por el PIBF. El reporte comienza enfatizando la ‘paradoja de Easterlin’ (ver Gráfico 1), que levanta las bases para la hoy llamada Economía de la Felicidad (Happiness Economics) ya que concluye que más ingresos no significa necesariamente más felicidad individual, tal como lo suponía la economía tradicional. A partir de estas contradicciones de la vida moderna y la importancia de establecer indicadores alternativos para medir el quehacer de los gobiernos, los autores elaboran el primer informe de la felicidad mundial, que posteriormente se ha publicado en el año 2017 y 2018 (todos los reportes están disponibles en http://worldhappiness.report/).
Asimismo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en el año 2011 lanzó lo que se conoce como el ‘Índice para una Vida Mejor’ (Better Life Index), que busca identificar el nivel de bienestar de los países en base a 11 indicadores: vivienda, ingresos, empleo, comunidad, educación, medio ambiente, compromiso cívico, salud, satisfacción con la vida, seguridad y balance vida trabajo. Esta herramienta está disponible en http://www.oecdbetterlifeindex.org/#/51231111112
De hecho varios académicos e instituciones, así como también países y ciudades tales como Settle en Estados Unidos, Goa en India, Sur Korea, Tailandia y recientemente Reino Unido, han lanzado o comenzado a integrar mediciones tanto subjetivas del bienestar como condicionantes del mismo, como los ejemplos que se destacan en el último reporte de felicidad de Naciones Unidas o el indicador elaborado por el Instituto internacional de Administración o incluso las ultimas estadística sobre bienestar subjetivo de Reino Unido (International Institute of Management, s.f.; Office for National Statistics, , 2018).
Y esas mediciones ¿qué impacto tienen?
Ahora bien, más allá de lo importante de estas mediciones, ¿porqué esto es particularmente importante para países como Chile?
Chile, junto con Colombia, Brasil y México, es uno de los países más desiguales del mundo y de Latinoamérica en particular según el coeficiente de Gini que es el más aceptado en la materia de distribución del ingreso (ver Gráfico 2), lo que representa otra variable que debilita indicadores como el PIB para medir el ‘desarrollo’ de un país. Tal como también lo indica la Comisión liderada por Fitoussi, cuando hay variaciones importantes en la distribución del ingreso o desigualdad, el PIB, puede no ser una medida apropiada ya que no indica ni puede identificar la cantidad de personas que están relativamente mejor. Aún más, solo considerar el PIB de es una medida inapropiada para ponderar el bienestar de las personas en sus dimensiones económicas, medio-ambientales y sociales.
En el caso de Chile, incluir variables más allá del aspecto monetario puede tener resultados inmediatos en la forma de conducir gobiernos, lo que se demuestra en el caso de la medición de la pobreza. En el año 2014 y 2016 se introdujeron cambios sustantivos a la Encuesta de Caracterización Socioeconómica, estableciendo parámetros para medir lo que se llama la pobreza multidimensional; es decir, ya no se considerarían solo los ingresos para medir si alguien es pobre o no, sino que también condiciones que son consideradas fundamentales para medir la capacidad de una persona de sobreponerse a una situación de pobreza, esto es: educación, salud, trabajo y seguridad social, y vivienda (Ministerio de Desarrollo Social, 2017). En la CASEN 2015 se amplió aún más el concepto de la pobreza multidimensional, incluyendo a la medición la inclusión del “Entorno y las Redes” de las personas, siguiendo la metodología de los profesores de Oxford de Alkire-Foster. Tal como lo muestra los gráficos 3 y 4 , cuando medimos pobreza multidimensional incluyendo redes y entornos, la pobreza aumenta de un 11.7% a un 20.9%, ¿Qué puede y debe hacer el estado con este resultado?. Algunos podrán argumentar que la formación de capital social y por tanto de promoción de las redes y el entorno, no es problema del estado; otros argumentarán que se debiese fomentar el enfoque comunitario en las políticas sociales y otros, que la crisis de confianza de la sociedad chilena no puede ser abordada única y exclusivamente desde el estado. Ciertamente no hay respuestas estándares y aún tenemos mucho por hacer, pero lo que es indiscutible es que estas mediciones otorgan un diagnóstico más amplio sobre los problemas sociales que el estado debe abordar.
Ahora, de estas mediciones alternativas o más integrales, ¿son aplicables? ¿cómo se aplican? ¿realmente afectan el diseño de las políticas públicas de un país?
En Chile estas mediciones más integrales recientemente se han aplicado a la medición de la pobreza, mientras que en Bután, las mediciones expresan una profunda diferencia respecto al modelo de desarrollo chileno donde el progreso económico lo es todo, no solo para las familias motores del consumo, sino también para los gobiernos; en este reino el ‘Producto interno de la felicidad es más importante que el Producto Interno Bruto’ (HM. Forth King, Jigme Singye Wangchuk, 1979).
Por eso es que, si bien este viaje empezó en Chile, ha seguido en Bután, para ver cómo este pequeño país aplica con instrumentos concretos al diseño de las políticas públicas y sociales, este enfoque del Producto Interno Bruto de la Felicidad; para ver si la esperanza tiene cabida en la realidad política y domestica de países como Chile.