Bután: El llamado último Shangri La

Bután es tierra de dragones, reyes, princesas, seres espirituales; de personas que se convierten en Budas y Budas que bajan a la tierra a ayudar a los seres humanos. Es tierra de leyendas donde las montañas de verdes bosques intensos, están cargadas de las energías de patrón@s celestiales de este pequeño reino de los Himalayas. Bután es tierra de ensueño con sus valles prístinos, silenciosos, con las estupas y las personas recitando en cualquier parte sus mantras, con la práctica de la espiritualidad a la vuelta de la esquina. Pero más que eso, esta tierra es tierra de sueños, es tierra de esperanzas.

La esperanza de las personas de tener una mejor vida y de darle una mejor vida a otr@s, es esencial parte de los butaneses
La esperanza de las personas de tener una mejor vida y de darle una mejor vida a otr@s, es esencial parte de los butaneses

Bután llena de esperanzas porque con su pequeña población que proyecta alcanzar poco más de 800 mil habitantes para el año 2018, acuñó lo que hoy se conoce como el Producto Interno Bruto de la Felicidad (PIFB) o GNH por sus siglas en inglés (Gross National Happiness), pero al contrario de lo que mucha gente piensa, Bután no es el país más feliz del mundo. Según el reporte de la felicidad en el año 2017, Bután se ubicada en la posición 97 entre 155 países y su Índice de Desarrollo Humano –medición que refleja las condiciones de vida en un país en tanto ingreso per cápita, educación y expectativa de vida- se ubica en el lugar 132 a nivel mundial, solo a 23 posiciones del último. Es más, este país tiene problemas como cualquier otro. Ubicado entre los dos gigantes económicos y demográficos de Asia, India y China, Bután vive en un constante y delicado equilibrio entre India, que es el principal donante de ayuda extranjera, y los intentos de posicionamiento estratégico por parte de China. El año anterior un conflicto en sus fronteras, amenazó con estallar en el país un derramamiento de sangre por la presión territorial de estos dos gigantes. En Bután todavía el 2.2% de la población sufre de insuficiencia alimentaria, especialmente en las áreas rurales; la tasa de suicidio es una de las más altas de la región en términos porcentuales y cerca de 50 mil personas, todavía tienen que viajar por más de 6 horas para acercarse a la ruta más cercana (ver tabla 1), entre otros varios problemas. L@s butaneses, se esfuerzan permanentemente por sobrevivir, y sus gobernantes, electos en una recientemente formada democracia en el año 2008, se preocupan tanto o más que en cualquier otro país del nivel de empleo o del crecimiento económico en términos del Producto Interno Bruto.

 

Tabla 1: Algunos indicadores de Bután
Tabla 1: Algunos indicadores de Bután Algunos indicadores sobre ButánFuente: Elaboración propia en base a reportes de desarrollo Humano de Bután, Chile y el mundo, disponible en: http://hdr.undp.org/en/home, http://www.who.int/gho/mortality_burden_disease/life_tables/situation_trends/en/

No obstante, este pequeño país es el único país del mundo con una huella de carbono positiva (contaminan menos del oxígeno que generan), la superficie total de bosque es el 72.3% de su territorio y han aumentado la superficie forestal de bosque nativo en un 16.2%, por tanto el aire que aquí se respira es muy puro. Los niveles de criminalidad son bajos y el nivel de confianza entre las personas y su sentido de pertenencia a la comunidad es uno de los pilares más fuertes de su desarrollo, siendo esta dimensión una de las mejores evaluadas en la medición de la felicidad. El sentido de seguridad al caminar por sus calles siendo mujer, es invaluable, especialmente encontrándose en Asia y siendo vecinos de India. Es también uno de los países menos corruptos de toda Asia, estando en la posición 27 de 176 países en el año 2016 (Transparency Internacional, 2017). Lo anterior se representa muy bien en la relación honesta entre las personas.

Bután y el producto interno bruto de la felicidad:

Ahora bien, más allá de todos los aspectos positivos en el diario vivir de este pequeño reino de dragones, lo que más llama la atención es la creación por parte de sus gobernantes de este Producto Interno Bruto de la Felicidad. Cuenta la historia que, en 1979, el cuarto rey, Jigme Singyey Wangchuck venía llegando de la 6ta Cumbre de Países no Alineados desde Cuba y un periodista de India le preguntó en ese entonces algunas cosas sobre este desconocido país, como por ejemplo ¿cuál era su producto interno bruto? A lo que el rey contestó ‘el producto interno bruto de un país no es tan importante como su producto interno bruto de la felicidad’. Esa fue la primera vez que se mencionó este concepto. Luego, en 1987 un periodista inglés, fue el primero que trató de obtener más información sobre el índice (Dorji, 2012). Pero al parecer lo imbricado de la felicidad y la idea de gobierno en Bután, se remonta a los inicios de este país como nación. Los primeros Rinpoches (título honorifico que reciben los maestros en el budismo tibetano) que introdujeron el budismo mahayana desde el Tíbet en el año 742 d.c., también integraron el budismo como sistema de gobierno. El denominado fundador de Bután, Zhabdrung Ngawang Namgyel (1594-1651), argumentaba que el gobierno y la política no podía ser separada de la espiritualidad. De hecho, el código legal butanés del año 1729, ya sugería que los recursos del estado deberían ser destinados para promover el bienestar y la felicidad, siendo éste el objetivo de los gobiernos de la época.

Sin embargo, no fue hasta el año 2008 que Bután logró cuantificar y comenzar a implementar lo que hoy se conoce como Gross National Happiness (GNH) o Felicidad Interna Bruta. En el año 2005 se creó el Centro de Estudios de Bután, cuya principal misión era lograr una forma de medir el tan ansiado desarrollo butanés que tenía que incluir más que solo el crecimiento económico. Fue así que en colaboración con Sabina Alkire, profesora de Oxford y quién diseñó en parte el Índice de mulidimensionalidad de la pobreza, crearon la metodología que mide el desarrollo de los países en forma holística, en base a 4 pilares: desarrollo socioeconómico equitativo y sustentable, buen gobierno, preservación y promoción de la cultura y conservación del medio ambiente.

Estos 4 pilares son evaluados en 9 dimensiones: salud, educación, bienestar sicológico, uso del tiempo, estándares de vida, ecología y resiliencia, diversidad cultural y resiliencia, vitalidad comunitaria y buen gobierno. Cada una de estas dimensiones están distribuidas equitativamente en el indicador del Producto de la Felicidad Interna Bruta (PFIB o por sus siglas en inglés GNHI) y posee en total 33 indicadores y 72 variables. Este índice mide por ejemplo la cantidad de emociones positivas y negativas que hemos tenido el último mes, la posibilidad que tenemos de pedir ayuda a nuestros vecinos, amigos o familiares, la cantidad de horas que dormimos, la vida espiritual que tenemos, el respeto y la importancia que le damos al medio ambiente, la participación en actividades culturales y políticas, entre otras variables.

A la fecha han tenido 2 mediciones, año 2010 y 2015, siendo la primera encuesta financiada por Naciones Unidas (ONU) y la segunda, por la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA). Comparativamente, el GNHI de este país mejoró en el periodo de 5 años, subiendo 1 punto porcentual, de 0.743 a 0.756, lo que indica que en general las personas tienen mejores vidas en forma holística (Center for Bhutan Studies & GNH Research, 2016, pág. 6). Sin embargo, solo un 43.4% se considera profundamente o ampliamente feliz, siendo los hombres, las personas residentes en zonas urbanas y las personas más educadas, relativamente más felices que las mujeres, las personas en zonas rurales y con menos estudios, respectivamente.

Dimensiones de medición del producto interno bruto de la felicidad

¿De qué sirve este índice?, ¿cuál es la utilidad de esta información?, ¿se utiliza?

Para aplicar este enfoque, se han implementado numerosas iniciativas, entre ellas destacan dos: en las escuelas se pide enseñar en base a los valores de desarrollo del PIBF y se han desarrollado lo que se llaman los instrumentos de revisión de la felicidad interna bruta (screaning tools). En el primer caso, los docentes deben revisar los 4 pilares que sustentan el desarrollo de Bután y hacer un cambio de paradigma de los valores del denominado ‘desarrollo’ occidental.

En el segundo caso, las ‘screaning tools’ son herramientas que se utilizan para revisar los impactos que cada política que se diseña y se planifica con 5 años de antelación, tendrá en las siguientes áreas: estándares de calidad de vida (equidad, seguridad económica, bienestar material, involucramiento en actividades productivas), buen gobierno (participación en el proceso de decisión, anti-corrupción, derechos civiles, recursos legales, transparencia), educación, salud, ecología (degradación de la tierra, contaminación del agua y del aire, biodiversidad), vitalidad de la comunidad (soporte social, interacción con la familia), balance del uso del tiempo (cómo la política afectará el tiempo de ocio), cultura y valores nacionales y bienestar sicológico (cómo afectará la capacidad de comprometerse con objetivos espirituales y el estrés). En caso de resultar negativo el impacto la política  en algunas de las áreas mencionadas, la política debe ser rediseñada.

Si funciona o no el instrumento, es debatible. Si bien las escuelas tienen que enseñar en base a los valores del PIBF, faltan al parecer acciones concretas para su aplicación. En el caso de las ‘screaning tools’, no es claro que se hayan rediseñado o re-direccionado las políticas hacia aquellas áreas prioritarias o hacia los sectores de la sociedad ‘menos felices’ o con mayores carencias según el PIBF.

No obstante, el enfoque de la felicidad bruta, que para el Quinto Rey de Bután H.M. Jigme Khesar Namgyel Wangchuck, no es más que desarrollo con valores, da esperanza. Hay una intencionalidad muy propia de este Reino en el sentido de crear ‘nuevas formas’ de hacer estado y de generar políticas públicas con conciencia sobre el mundo que queremos construir día a día y sobre el futuro que queremos dar a nuestras generaciones. Bután nos hace soñar con países que pueden tener mejor calidad de vida sin necesariamente ser ‘desarrollados’ y por supuesto, con gobiernos que aspiran más allá que solo generar trabajo para todos y aumentar el ingreso de sus habitantes. Por supuesto que el empleo y el trabajo son importantes pues de ello no solo depende nuestra sobrevivencia, sino que también en parte nuestro sentido de vida y pertenencia, pero el hecho que el estado intencione este tipo de mediciones, más holísticas también implica hacerse cargo de condiciones más generales de vida, que, en conjunto con el trabajo, nos permitirán vivir en sociedades mayores niveles de bien-estar, o como dirían los pueblos indígenas del Ecuador, en sociedades con buen-vivir.

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